Durante más de un lustro, Geraint Thomas ha sido el gregario de lujo de Chris Froome en los cuatro títulos logrados por el keniata en el Tour de Francia. Su convivencia era pacífica y armoniosa, pues los roles estaban claros dentro de la rígida estructura que marcaba el Sky. Además, el extraordinario rendimiento de Froome no admitía lugar a dudas en el sentido de la relación de fuerzas. El galés esperaba su turno y que se le abrieran ventanas de oportunidad en pruebas como el Giro.
Sin embargo, el paso del tiempo y el positivo por Salbutamol de la Vuelta a España 2017 lo cambiaron todo. Como Froome estaba con ganas de reivindicar que su palmarés era fruto de sus facutlades y rigor en los entrenamientos, quiso en 2018 ganar el Giro -lo conseguiría, después de efectuar una remontada sensacional coronada con una escapada memorable en las etapas trascendentales- y el Tour. Pero las fuerzas le flaquearon entre los Pirineos y los Alpes. Todo lo contrario que a Thomas. El gregario se conviritó en jefe de filas interno y ganó en París con una antoridad ncontextable.
A partir de ese inesperado logro del galés se ha abierto una duda razonable que no parecería afectar al hieratismo del equipo que ha monopolizado el ciclismo en esta década. Geraint reclamó protagonismo nada más acabar el Tour y lo reafirmó en la publicación de un libro en el que acusaba a los directores del escuadró de tratar de una manera muy diferente a Froome con respecto al resto de sus compañeros. El trabajador gris que paldeó la gloria al fin no iba a volver al redil de sudar para que otros brillen.
Pasaron los meses y Froome recalcaba de manera sistemática su idea de atacar el quinto Tour de su vitrina en 2019, al tiempo que Thomas comenzaba a resignarse a un duelo intestino en el que sólo las fuerzas de cada cual depararían el reparto de roles, como la mejor de las perspectivas. El Sky, en enero, presentó su plantilla y el calendario de cada cual. Entregó al keniata una senda dirigida al primordial objetivo de hacerle reconquistar el trono francés, mientras que a Geraint se le encargaba la misión de competir en Giro y en la ronda francesa. Señalándole como segundo plato. Un regreso no le gustó nada.
El galés declararía que sería un «atraso» para él no participar en el Tour, ya que considera que cuenta con los tres mejores años de su trayectoria deportiva por venir. Y su queja se vio también en las entrevistas oficiales concedidas al conjunto con sede en Manchester. «El principal objetivo para mí será volver al Tour de Francia para obtener el mejor resultado que pueda. Tal vez si no hubiera ganado el Tour en 2018 hubiera valorado un programa con Giro y Vuelta pero habiendo ganado el Tour, tendré el número uno en mi espalda y sería triste no regresar», arguyó, entonces.
«Estoy llegando a un punto en mi carrera en el que pienso qué tipo de legado quiero dejar y si puedo ganar el Tour de Francia por quinta vez sería increíble. Ha sido una decisión difícil decidir qué hacer exactamente en 2019. Definitivamente fue una decisión difícil no volver al Giro de Italia y defender la maglia rosa porque tengo algunos recuerdos increíbles del año pasado», proclamó Chris Froome, ejerciendo de jefe de la manada y para que no quedaran dudas.
En ese limbo con respecto al reparto de papeles en el evento capital del curso, Froome está reodando en el Tour de Colombia y Thomas ha estirado las piernas en la Volta a la Comunitat Valenciana, recién terminada. Sólo se le vio sacar la cabeza como lanzador del pelotón en el sprint que coronaría la última etapa de una carrera ganada por Izaguirre. Y Chris ha arrancado este martes su estreno en el país cafetero, con Egan Bernal, la baza británica para el Giro. «Vengo con el campeón defensor, ahí está la meta», puntializó el coloso en su llegada a Medellín. En esas latitudes se medirá con Nairo Quintana o Bob Jungles en las montañas, entre otros.
Y en esa incertidumbre, que en principio apunta a un favoritismo del Sky para su icono -en detrimento del campeón sobrevenido-, en esta jornada ha saltado una noticia muy particular. Ha salido a la luz que el equipo les ha ordenado a estos dos jefes de filas que no se saluden al terminar las carreras en las que compartan participación. No pueden darse la mano. Al parecer, la directriz, que rima con la tensión que ha ido germinando desde la debacle de Froome en el pasado Tour, obedece a un conjunto de mandatos que tiene que ver con la filosofía que diseña rutinas sólidas que les hagan competir con ventaja.
El paquete de medidas, amén de no estrechar sus manos cuando acaben las etapas, contempla ese regate al saludo del compañero devenido en competidor por la obsesión por evitar contagios. Asimismo, usarán una crema de manos especial, almohadas particulares, disfrutarán de un color estudiado para el suelo del autobús o gozarán del material del casco y de los maillots adecuado para maximizar el rendimiento. Todo ello, bajo la cocina de David Brailsford, el director del equipo de gusto casi enfermizo por el estudio de las técnicas psicológicas. Incluso la ropa de Froome y de Thomas se lavará en lavadoras distintas, ya que el peligro del contagio por partículas está ahí.
Info y Foto: El Imparcial
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