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Tom Pidcock se tomó revancha y superó a van der Poel

Gavere es una población, como tantas otras en la región, bañada por el río Escalda. El mismo que ayer acogió el regreso de Mathieu van der Poel (Alpecin-Fenix) a la especialidad invernal, pero en un circuito completamente distinto al de hoy, uno de los más prestigiosos –si no el que más– de todo el calendario.

Si existe algo así como un circuito no apto para las condiciones del campeón del mundo, además del Koppenberg, ese podría ser Gavere, un trazado donde es complicado desplegar toda esa potencia sobre la que le gusta al de Alpecin-Fenix construir sus legendarios monólogos.

Eli Iserbyt (Pauwels Sauzen-Bingoal), el único corredor que pudo oponer algo de resistencia ayer al arcoíris, protagonizó una salida sencillamente terrible que le relegó más allá de la décima posición, un drama en un circuito tan ratonero como el de Gavere. Por delante, eran Quinten Hermans (Tormans), Mathieu van der PoelLaurens Sweeck (Pauwels Sauzen-Bingoal) y un impresionante Tom Pidcock (Trinity) los que rompieron las hostilidades en los primeros metros.

El campeón belga se fue al suelo, si consecuencias graves, pero tuvo que dejar marchar a sus rivales cuando Pidcock, fortísimo, ya había abierto un hueco de unos diez segundos en apenas media vuelta. Por detrás, Van der Poel lideraba la caza arrastrando a su rueda a Hermans, Corné van Kessel (Tormans), Toon AertsLars van der Haar (Telenet-Baloise Lions) y Eli Iserbyt, que llegaba hasta ese grupito justo en el primer paso por la línea de meta.

El campeón de Europa evidenció muy rápido que no iba a ser su día y no tuvo más remedio que dejarse caer del grupito cuando Van der Poel aceleró un poco más para volver a ponerse a la altura del corredor británico. Los dos se marcharon por delante dejando a Toon Aerts en una incómoda posición en tierra de nadie tratando, a su vez, de descolgar de forma definitiva a Hermans, el único del resto que parecía aguantar los golpes.

El león terminó por conectar con el dúo de cabeza justo antes de arrancar el tercer giro al circuito, momento en el que el dibujo de la carrera, con Iserbyt distanciado ya a más de 15 segundos y Hermans perdiendo terreno, se tornaba ya bastante definitivo en lo que a los hombres llamados a pelear por el triunfo se refería.

Entró entonces la carrera en un momento de cierta tregua. No tanto por una disminución del ritmo entre los tres hombres de cabeza, sino porque, viendo que distanciaban a todos los rivales, Van der Poel, Aerts y Pidcock se tomaron las cosas con algo más de calma y cesaron los latigazos entre ellos para, en la medida en que eso es posible en ciclocross, trabajar juntos.

Así se mantuvo el asunto hasta el arranque del quinto giro. Pidcock, que había rodado durante la vuelta anterior siempre a unos cinco metros de sus dos rivales en un movimiento que ya empieza a ser marca de la casa del británico, se colocó en cabeza y aceleró. El jovencísimo corredor de Trinity supo hacer mucho daño. Van der Poel tuvo que exprimirse para seguirle y Aerts, más percherón, sufría para no verse completamente descolgado, algo que no tardó en suceder.

Tras hacer crack el de Telenet-Baloise Lions, comenzó la partida de ajedrez entre los dos líderes. Van der Poel, como ya hizo en el giro anterior, trató de aprovechar la zona de subida para poner en aprietos a su rival, en el que tantos ven a su heredero; pero el británico no se dejó impresionar y supo mantenerse a rueda. Luego, ya en la sexta vuelta, llegó el error, el pequeño error, de Va der Poel. El neerlandés clavó la rueda delantera. Un segundo. Quizás menos. Pie a tierra y Pidcock, que no se gira, lo oye, lo intuye y acelera. Tira de riñones. Golpea los pedales como si le fuese la vida en ello. Dos segundos que se convierten en cuatro y, de repente, en diez. Y Pidcock, que como Van der Poel hace tan poquito tiempo parece no tener límites en su progresión, se disponía a hacer historia.

Hacía mucho, muchísimo tiempo, que nadie, sin la ayuda de una caída o una avería, conseguía hacer hincar la rodilla a Mathieu van der Poel en un circuito. Esta era sólo su segunda carrera, es verdad. Este no es su circuito favorito, también es cierto. Pero el campeón del mundo o daba crédito. Y entonces, el gesto, el detalle. Van der Poel se abrió la cremallera del maillot. Sólo unos centímetros. Lo justo para que asomara una camiseta interior blanca impoluta en contraposición al embarrado arcoíris. Algo que, y eso es lo importante, sólo hace –obviando los días de calor– cuando las cosas no van al cien por cien.

Tom Pidcock se alzó con su primer gran triunfo como elite en Gavere, donde sólo los más grandes pueden soñar con la victoria. Pidcock ganó en Gavere venciendo, sin excusas posibles, a Van der Poel, al que sólo los extraterrestres pueden soñar con derrotar. Pidcock, derrotó al rey y, por lo tanto, se sitúa como el heredero natural del monstruo neerlandés. God save de King, dice el himno británico, que también desea que al soberano se le envíe victorioso (send him victorious), feliz y glorioso (happy and glorious) y, sobre todo, que su reinado sobre todos nosotros sea largo (long to reign ove us). Así que, a la espera de saber qué podrá pasar y hacer en el futuro este descarado jovencísimo corredor, quedémonos con lo primero: God save the King!.

Declaraciones

Van der Poel. «Tom Pidcock estuvo realmente impresionante. Fue muy fuerte en las secciones de caminata. Tuve dificultades para seguirlo porque su ritmo era muy alto. Tampoco superé al 100% de la carrera de Amberes (ayer). El segundo lugar fue lo mejor que pudo ser, así que estoy contento con ello. Sólo había un tipo más fuerte que yo. Para mí esta derrota no tiene muchas consecuencias. No siempre puedo ganar todo. Obviamente, hubiera preferido tener dos victorias consecutivas, pero puedo estar en paz porque es mejor que alguien me gane. Hoy, muchas veces tenía la sensación de que no podía ir más rápido, era difícil. Ojalá todo esto me lleve a una mejor forma».

Brand pone orden

Llegaba Ceylin del Carmen Alvarado (Alpecin-Fenix) enrabietada a Gavere tras su fiasco de ayer en Amberes. La campeona del mundo y Lucinda Brand (Telenet-Baloise Lions) arrancaban en la fresca tarde belga empatadas a 71 puntos en la general del Superprestigio, al que ya sólo le restan dos de sus ocho pruebas, con la leona ocupando el liderato gracias al puestómetro y a sus tres triunfos consecutivos en Niel, Merkslpas y Boom y, como su compatriota, algo fastidiada por haberse visto superada en el Escalda por la también neerlandesa Denise Betsema (Pauwels Sauzen-Bingoal), que recuerda cada vez más a aquella corredora que explotó, casi de la nada, a finales de 2018 y que luego cayó en el ostracismo por ese extraño episodio del que la UCI decidió semiperdonarla con una sanción mínima.

Y con esos mimbres, parecía imposible que el arranque de la carrera pudiera ser muy distinto al que finalmente fue. Betsema, en un dulcísimo estado de forma, lideró el sprint de inicio, entrando en primera posición al circuito seguida siempre de cerca por el maillot arcoíris, Brand y, al menos durante los primeros metros, una Sanne Cant (IKO-Crelan) que, estando todavía muy lejos de su mejor versión, parece ir dando pequeños pasos día a día para volver a estar con las mejores en la inminente época navideña y, sobre todo, en las dos grandes citas que le quedan: los campeonatos nacionales y el mundial.

La corredora del Pauwels Sauzen-Bingoal consiguió abrir un bonito hueco de diez segundos en la zona de subida, pero Brand, ya en la segunda vuelta, supo reaccionar con rapidez para volver a colocarse a su rueda dejando un poco distanciada a una Alvarado que parece haber perdido en las últimas semanas el punch que mostró en las primeras semanas de la temporada.

Betsema y Brand protagonizaron un precioso duelo en el que ambas se iban alternando en los intentos por dejar KO a su rival, siempre con un ojo puesto en Alvarado, que nunca se descolgaba más allá de los diez segundos. Y así se mantuvo la prueba hasta el inicio de la penúltima vuelta, cuando Brand lanzó su ataque definitivo ante el que nada pudo hacer Betsema más allá de tratar de evitar que Alvarado se acercara más de la cuenta para poner en riesgo su segunda posición.

La corredora de Telenet-Baloise Lions iba ampliando su renta poco a poco mientras que la de Pauwels Sauzen-Bingoal viajaba al límite. Tanto es así que, como ya le sucediera hace un par de semanas, Betsema se tropezó con su propia bicicleta en un cambio de montura dejándose otro puñadito de segundos. Así, el último giro arrancó con la leona liderando por doce segundos sobre Betsema y 25 sobre Alvarado, una distancia más que suficiente como para tener sentenciada la carrera.

Con este triunfo, el séptimo de la temporada para ella, sumado a la tercera plaza de Alvarado, Brand se sitúa como líder, ahora sí en solitario, del Superprestigio, una challenge a la que sólo le restan por disputar dos de sus ocho pruebas y que tiene programada su próxima parada en Heusden-Zolder el 26 de diciembre, en pleno periodo navideño.

Info: Ciclo 21

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