Con toda la humildad del mundo y con toda la calidad de un escalador completo, Richard Carapaz (Julio Andrade, Ecuador 1994) no se detiene.
La ‘Locomotora’ sigue su marcha, aunque ahora le toque descansar y darse cuénta de cuál es su nueva posición en el mundo del ciclismo profesional. Carapaz culminó ayer un triunfo que soñó en cuanto puso sus pies en el ciclismo europeo, en 2016.
Había anunciado su deseo de ganar el Giro de Italia y ahora se ha cumplido. Espera continuar soñando, aunque en estos momentos aún no se da cuenta de todo lo que va a cambiar su vida.
Pero aspira a más, se siente un privilegiado por poder expresarse con «el don» que le ha dado la naturaleza.
Las horas de sufrimiento, aunque en realidad parece que no ha sufrido nada -la tranquilidad es una de las pautas de su reinado en el Giro- han dado paso a la euforia. Y a la alegría de estar con toda su familia, incluidos sus padres, que llegaron por sorpresa a Verona.
¿Cuál es la enseñanza más importante de estos días de competición?
Es complicado de contestar, pero creo que lo más difícil fue llegar hasta aquí, saber que podía hace algo que podría cambiar mi vida, mi historia y la del deporte de mi país. Eso ha sido lo principal. Para mí es un sueño que aún no he tenido tiempo de asimilar.
¿Qué le diría a un joven que tiene los mismos sueños que usted forjó cuando quiso ser ciclista?
Que siga soñando, que nunca deje a un lado su sueño. A veces soñamos y al día siguiente se nos olvida. Que se puede conseguir lo que uno se proponga si trabaja con perseverancia y constancia.
Lo más grandioso es que ha trabajado desde la humildad para llegar aquí. Cuando vemos esas bicicletas que tenía de niño, nos sorprendemos.
Pero aquella parte de mi vida fue linda, la más importante, jugábamos. No teníamos de todo y eso es también una parte de la grandeza, de poder cristalizar lo que uno sueña y convertirlo en realidad.
¿Servirá de algo su triunfo para el ciclismo en Ecuador?
Quizá es el momento exacto en el que pueden cambiar las cosas. He dicho muchas veces estos días que mi país no creía en mí y que ahora hay jóvenes que no creen que puedan cumplir sus objetivos. Ahora mi país se ha despertado, se ha compartido la adrenalina entre el corredor y la afición y eso hay que aprovecharlo con el ciclismo de base. Yo ya empecé a formar un equipo que pueda ofrecer oportunidades a los niños, porque esa es la base. Todo experto pasa por la fase de ser novato, no hay otra.
Es curioso que sus deseos se hayan cumplido solo un año después de debutar en el Giro… Aunque fue cuarto y disputó la maglia blanca con Miguel Ángel López.
Conocer esta carrera fue una gran ilusión para mí. Cuando me vi capaz de luchar por la camiseta blanca hice todo lo posible por llevarla a casa, pero tenía un rival muy fuerte, Miguel es muy gran amigo mío. Fue el primero que me llamó a felicitarme por el maillot rosa. En carretera rivales, fuera grandes amigos.
¿Qué espera de las próximas competiciones? No será lo mismo ya.
Este es el inicio de algo nuevo para mí, lo sé. Todas las grandes figuras han dado este paso y espero que no sea el último que doy yo. Ahora soñaremos más alto. ¿El Tour? No lo conozco, pero me gustaría probar y en el futuro ya me gustaría vestir la camiseta amarilla del Tour y la roja de la Vuelta.
¿Algo nuevo? ¿Cambiará su forma de ser, tan humilde hasta ahora?
No, porque lo único que he hecho es aprovechar la oportunidad que se me ha dado. Tengo un don, como lo tienen ustedes también, cada uno en su profesión, y lo único que hago es esforzarme para hacerlo lo mejor posible, con el privilegio de poder trabajar como cualquier persona normal en sus quehaceres.
¿Cuáles son sus principales recuerdos del ciclismo, cuando era niño?
He tenido la fortuna de vivir a 3.000 metros de altitud y en una zona fronteriza con Colombia, donde el ciclismo era ya muy popular. Recuerdo narraciones increíbles por la radio de las gestas de sus corredores en los años 90. Citas históricas que me enamoraron. Luego, fue el país que me abrió camino para ser ciclista y agradezco que así fuera y lo que me ayudaron para llegar hasta este momento.
Hablando del Giro. Cuénte qué pasó en aquella etapa en la que se vistió de rosa.
Todo se decidió en el Monte Bianco, sí. Todos íbamos en condiciones críticas ese día y utilicé parte de las enseñanzas aprendidas estos cuatro años en Europa. La de ser sensato y tomar decisiones después de analizar a cada rival y probar para ver quién entraba en mi juego. Tomé 30 segundos en el puerto (Colle San Carlo) y con esa ventaja y las piernas increíbles que llevaba estaba seguro de que iba a sacar un tiempo considerable en la última ascensión a Courmayeur.
Mientras, Roglic y Nibali, con su pique, le dejaban que se marchara y aumentar su ventaja.
¡Ah, pero también había considerado esa posibilidad! El hecho de no ser favorito me benefició también.
Parece que el ciclismo ecuatoriano va a más. Ahora son tres en el WorldTour y hablan muy bien de Jefferson Cepeda, que ha ganado la Vuelta a Navarra, como usted hizo en 2016.
Sí, ya me he enterado de que ha ganado la etapa y la general y es un síntoma de que si se sigue por un buen camino, habrá corredores buenos en mi país y en mi región.
También ha hecho famosa a su entrenadora, Iosune Murllo, con la que lleva desde que llegó al Lizarte. Un caso único en el WorldTour.
Cuando vine al Lizarte la conocí y empecé con ella, comenzamos a trabajar muy bien y la relación corredor-entrenadora se trasladaba a la carretera con mejores resalados. Me gusta tener la opción de opinar, sugerir y que se tenga en cuenta. Ella lo aplica todo si se consigue un resultado satisfactorio. Van a ser tres años trabajando juntos y estoy muy contento con mi entrenadora.
¿Qué es lo que más le apetece ahora para celebrar su triunfo en el Giro?
Quiero disfrutarlo con tranquilidad, en un lugar apacible, con mi familia, hablando un rato con mis padres y buscar un poco de armonía para poder asimilar todo lo que me ha venido sucediendo en los últimos 23 días, este triunfo que es tanto mío como de todo el equipo desde el primero hasta el último integrante.
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